Como todo ser humano está abocado a la acción, es necesario utilizar también la acción como un instrumento liberatorio y no encadenante.
Tal es lo que se propone el yogui que sigue el yoga de la acción. Este yoga se basa en el amor a la obra por la obra misma y no por los frutos o resultados.
Se aprende a apreciar el proceso en sí mismo y se renuncia a los resultados que , si han de venir, vendrán por añadidura.
El Karma-yogui hace a cada momento lo mejor que puede, pero renuncia a los resultados. No los persigue, no los anhela compulsivamente. Ejecuta la acción lo más consciente y lucidamente posible, con esmero, cualquiera que sea esta, aun la más insignificante. Permanece asimismo vigilante a la mente, la palabra y los actos para no generar Karma negativo.
Se adiestra en la ecuanimidad, la tolerancia, la compasión y la entrega.
Hace con amor y precisión. No se deja encadenar por la acción aunque la ejecute clara y lucidamente, por eso se dice de él que hace sin hacer.
Tampoco tiene un sentido autorreferencial o egocéntrico de lo que hace, sino que hace como si una energía superior operase en él.
La verdadera sabiduría es la del corazón.
Namasté.
La verdadera sabiduría es la del corazón.
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