Cuando el oído no encuentra nada que oír, el vacío se percibe como quietud.
Cuando los sentidos, diseñados para percibir la forma, se tropiezan con la ausencia de la forma, la conciencia sutil que está detrás de la percepción, y de la cuál emana
todo percepción, todo experiencia posible, ya no se oculta detrás de la forma.
Entonces sentimos que la vasta inmensidad del espacio es nuestra propia profundidad, y reconocemos que esa quietud maravillosa es nuestra más recóndita esencia, más profunda que cualquiera de la cosas que conforman el contenido de nuestra vida.
(Eckhart Tolle )
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