Nuestra relación con la naturaleza

Nuestras ansias de actividades mundanas matan el sentido de reverencia espiritual que yace en nuestro interior.
La ciencia nos enseña a utilizar los poderes de la Naturaleza, mas no por ello comprendemos que en el fondo de todo nombre y toda forma, yace una vasta vida.
De nuestra familiaridad con la Naturaleza ha nacido nuestro desdén hacia sus enigmas esenciales, mantenemos con ella una relación de tipo meramente práctico. La perturbamos, por decirlo así, con el objeto de descubrir en que formas podemos forzarla a servir para nuestros propósitos, hacemos uso de sus energías, cuya fuente permanece aún desconocida.
En la ciencia, nuestra relación con la Naturaleza se asemeja a la que existe entre un arrogante caballero y su sirviente, o en un sentido filosófico, la Naturaleza se parece a un prisionero en el banco de los acusados, la interrogamos y contrainterrogamos, la desafiamos y pesamos minuciosamente sus datos en balanzas humanas, incapaces de medir sus valores ocultos.



" Detrás de todas las manifestaciones fenoménicas yace el Infinito, el Océano de Poder."

(Del libro, Autobiografía de un yogui.)

Quietud

Cuando el ojo no encuentra nada para ver, la nada se percibe como espacio.
Cuando el oído no encuentra nada que oír, el vacío se percibe como quietud.

Cuando los sentidos, diseñados para percibir la forma, se tropiezan con la ausencia de la forma, la conciencia sutil que está detrás de la percepción, y de la cuál emana
todo percepción, todo experiencia posible, ya no se oculta detrás de la forma.



Cuando contemplamos la grandeza inconmensurable del espacio o escuchamos el silencio en las primeras horas del amanecer, algo resuena dentro de nosotros como en una especie de reconocimiento.
Entonces sentimos que la vasta inmensidad del espacio es nuestra propia profundidad, y reconocemos que esa quietud maravillosa es nuestra más recóndita esencia, más profunda que cualquiera de la cosas que conforman el contenido de nuestra vida.

(Eckhart Tolle )