algo de somnolencia resignada y amable,
una música humilde se despierta con ella
que hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es un besar azul que recibe la tierra,
el mito primitivo que vuelve a realizarse.
El contacto ya frío de cielo y tierra viejos,
con una mansedumbre de atardecer constante.
Es la aurora del fruto,
la que nos trae las flores
y nos urge de espíritu santo de los mares.
La que derrama vida sobre las sementeras,
y en el alma, tristeza de lo que no se sabe.
El amor se despierta en el gris de su ritmo,
y las gotas ojos de infinito
que miran al infinito blanco,
que les sirvio de madre.
Cada gota de lluvia,
tiembla en el cristal túrbio,
y le dejan divinas heridas de diamantes.
Son poetas del agua que han visto
y que meditan,
lo que la muchedumbre de los ríos, no saben.
¡Oh lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia mansa y serena, de esquila y luz suave,
lluvia buena y pacífica que eres la verdadera,
la que llorosa y triste, sobre las cosas caes!.
La rosa de mi pecho, con tus sonidos abres.
¡Oh lluvia silenciosa que los árboles aman,
y eres sobre el piano dulzura emocionante,
das al alma las mismas nieblas y resonancias
que pones en el alma dormida del paisaje!...