La necesidad de armonía del ser humano

Después de unos años de vivir, de observar el mundo, de experimentar intensamente cada paso, uno llega a la conclusión de que la materia no es totalmente materia.
Cada vez es mas evidente que a nuestro alrededor  hay mucho más de lo que vemos.
Todos los organismos somos, al mismo tiempo, receptores y emisores de ondas. Una onda es simplemente un campo de energía que se propaga.
Una persona es un equilibrio entre las ondas emitidas de su ser físico y psíquico y de las ondas recibidas de su entorno.
Estas ondas en el aire vibran, se mueven constantemente con una cierta tensión y cadencia, se relacionan entre ellas, a veces chocan, interactúan, siempre se comunican y hablan las unas con las otras, ya sea acoplándose en sintonía o rechazándose, excluyéndose, aislandose o destruyéndose. El equilibrio se produce o no se produce. El resultado de la relación puede ser positivo, constructivo y armónico, o todo lo contrario. Existe empatía con nuestro entorno, o no existe.
Una de las razones aparentemente urgentes de nuestra necesidad de armonización es la suma de interferencias energéticas que hoy soportamos.
Nuestra sociedad ( nuestra , o sea, creada a pulso por todos nosotros ), tiene en su entorno un cielo y una tierra surcados por miles y miles de ondas, que circulan e interactúan todas a la vez.
Si ahora se pone de moda vertiginosamente el Feng Shui o la geobiología, por ejemplo, es porque  sentimos una necesidad imperiosa de equilibrio de armonía, de concordancia y de conciliación con el medio. Es evidente que no la hay.
Tal vez haya llegado la hora de añadir un principio fundamental a los tres principios tradicionales de la arquitectura enunciados hace dos milenios por Vitrubio, belleza, solidez y utilidad. Si hoy
incorporáramos a esa especie de antiguo juramento hipocrático del hábitat un cuarto principio , el de la salud, entonces, sólo entonces, la arquitectura, el interiorismo, el arte, el paisajismo y la ingeniería
serian disciplinas y herramientas realmente completas, inteligentes y útiles para el ser humano.
Si decimos que las redes magnéticas de subsuelo terrestre afectan y alteran de forma importante nuestra salud es porque esas cargas o fuerzas naturales se suman al mar de fondo del las radiaciones de todos nuestros equipos de sonido, de imagenes, de telefonía y de comunicación, que emanan permanentemente una gran cantidad de carga eléctrica y magnética. Es precisamente la suma de todo ello lo que nos enferma el cuerpo nos altera el equilibrio psíquico.
No es que el planeta Tierra se haya equivocado, y ahora, en lugar de favorecer, perjudique al hombre, simplemente, que no hemos tenido en cuenta  ni la suma de su energía propia, la del ser Tierra, con la de nuestra polución tecnológica, ni de la delicadeza o capacidad de saturación de nuestro propio ser, de nuestras ondas cerebrales, de nuestro sistema nervioso, de nuestros meridianos y de otros núcleos energéticos.
Si hoy decimos que el Feng Shui es necesario, que es importante conocer, neutralizar o sublimar todas las formas que nos rodean, sus colores y la luz, así como las energías que circulan por nuestro espacio vital, es tal vez porque los diseños de la ciudades y los interiores de nuestras viviendas no están bien enfocados.
La búsqueda de la belleza y de la armonía de las proporciones, la eterna búsqueda que la humanidad ha realizado durante miles de años, va más allá de cánones establecidos, de las modas o de los patrones impuestos, es una cuestión cultural y sensitiva.
La búsqueda de la belleza es un camino a través del cual aprendemos, crecemos y nos curamos. Instalar belleza y armonía en nuestro hogar es todo un acto de respeto, de sanación, de honra a nosotros mismos, y de evolución profunda.
Ir al encuentro de la armonía es, en el fondo, una búsqueda espiritual inevitable.